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Un acuerdo de dudosa legalidad para un problema de difícil solución.

La crisis de los refugiados está enfrentando a la UE con sus propias debilidades y contradicciones. El principio de acuerdo al que llegaron ayer los socios comunitarios con Turquía es el reconocimiento explícito de la incapacidad europea para encontrar una solución a un problema político y humanitario ante el que la UE se muestra impotente, paralizada y dividida. Además de los gobiernos que se han declarado explícitamente contrarios a acoger refugiados, militarizando incluso las fronteras, la UE sólo ha reasentado a unos 4.000 de los 22.000 a los que se comprometió recientemente.

Ahora, con este acuerdo, Bruselas cambia radicalmente de estrategia. A partir de hoy, podrán ser devueltos al país asiático todos los «migrantes irregulares», tanto si se trata de inmigrantes por motivos económicos como de exiliados políticos, que entren en territorio europeo. El objetivo del acuerdo, por el que la UE tendrá que aumentar de 3.000 a 6.000 millones las ayudas a Turquía, es el de impedir que las mafias de personas continúen utilizando la ruta de los Balcanes para facilitar la entrada sin control al continente.

El acuerdo, por tanto, no supone una solución al problema, ya que los refugiados continuarán llegando a Europa. Mientras no se ponga fin a las guerras cruzadas en Oriente Próximo y el norte de África y se detenga el avance del Estado Islámico, miles de familias seguirán huyendo de las bombas para poner a salvo a sus hijos. En este sentido cabe albergar serias dudas sobre si Turquía es el país que mejor puede garantizar la seguridad y las condiciones de vida de todos ellos.

La UE, por tanto, deberá fijar muy bien las obligaciones de Turquía con los refugiados y vigilar que el dinero prometido a Ankara sea utilizado tanto para satisfacer las necesidades básicas de los refugiados como para luchar activamente contra las mafias de personas que actúan impunemente en su territorio.

Europa, por su parte, tras este acuerdo firmado a la desesperada, debe aprender de la crisis actual. Mientras Schengen continúe en vigor, todos los miembros han de considerar como propias las fronteras exteriores de la UE.

 

Fuente: El Mundo – 09/03/2016 03:05, editorial

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